Por
Jaime Restrepo Vásquez
Por
donde uno mire, la podredumbre es la nota preponderante en el gobierno Petro.
Todo huele mal y todo termina siendo una letrina de corrupción y de malos
manejos. Mientras esto pasa, el presidente opta por repartir el «virus de la
vida mediante aguas pensantes».
La
actitud de Petro frente al hundimiento del barco que lidera recuerda la falsa
leyenda de Nerón tocando la lira mientras Roma se convertía en cenizas. Aunque
la historia ha demostrado que Nerón ni siquiera estaba en Roma, la figura de un
dirigente desconectado de la realidad, al punto de interpretar un instrumento
mientras su imperio se quemaba, es precisa para dibujar a Petro al mando de
Colombia.
Es bueno
recordar cuando los camioneros estaban en paro y gran parte del país padecía
los bloqueos ocasionados por el incremento en el precio del diésel. El
desconectado mandatario salió en televisión nacional y no mencionó el paro sino
que decidió lanzar una cortina de humo con el hardware Pegasus.
Otro
episodio tiene que ver con la crisis en el Catatumbo. Mientras miles de
colombianos huían despavoridos de la guerra entre el ELN y las FARC, Petro
empacó maletas y emprendió raudo un viaje a Haití.
Ahora,
cuando salen a la luz los gravísimos hechos de corrupción con los recursos de
la salud, asuntos que involucran a algunos de sus más cercanos lambiscones; cuando
alias Papá Pitufo es una figura protagónica en la financiación de la campaña
presidencial; cuando se conoce la profunda corrupción en el Invías que salpica a 28 congresistas, el presidente habla de
inteligencia artificial y cambio climático.
De igual
forma, con el país ardiendo por la corrupción y la guerra, Petro se dedica a
hacer memoria de sus presuntas hazañas contra lo que él cree que es el
establecimiento. La cortina de humo atacando a Uribe es la patética evidencia
de la desconexión presidencial con la realidad. Además, demuestra la
descomposición acelerada del gobierno cuyo líder intenta, desesperadamente,
reavivar el odio que ha sembrado durante más de una década contra el
expresidente.
¿Qué
tiene que decir Petro frente a la crisis de honradez de su gobierno? Nada. Él
guarda silencio y emprende la escritura —deficiente, como todo lo del
presidente— de sus memorias acomodadas con el mediocre propósito de reescribir
la historia para pavonearse diciendo que tenía la razón.
De
hecho, en medio de su sopor, Petro tiene claro que todos los indicadores de
popularidad muestran una fuerte descolgada de su imagen. Si nos apuramos, las
encuestas revelan también la profunda desconfianza que los colombianos sienten
frente al actual presidente. Así, con una decreciente aceptación ciudadana y
con una acelerada desconfianza, Petro está viendo en riesgo los pocos restos
que le quedan de gobernabilidad.
Pero no
nos engañemos: que el gobierno Petro esté hundiéndose y que divague en malos
escritos y peores discursos no significa que el sujeto dejará de atacar, de
sembrar cizaña, de enardecer a los ignaros que todavía, contra toda evidencia,
tienen la esperanza de un cambio que les permita vivir sabroso.
Esa es
la materia prima de la que Petro quiere asirse con todas sus fuerzas, pues la
única salida que ve —gracias a esa mentalidad marxista-criminal que lo invade—
es recurrir a la asonada, a la agitación y al caos como tabla de salvación para
lo que le queda de gobierno.
Es que
la orden impartida durante la posesión de su nuevo gabinete de organizar una
gran movilización muestra la desconexión de Petro con la realidad de Colombia. Además, refleja la esperanza presidencial en
una sublevación popular de sus huestes integradas por indios, campesinos y
jóvenes desadaptados para lanzarlos a las calles y repetir la gesta terrorista
de 2021.
Con esas
fuerzas —violentas, resentidas y llenas de odio— Petro cree que puede doblegar
a la institucionalidad y al país que resiste, cada día con más fuerza, los
embates marxistas retrógrados que parecen ser la única maestría real del
presidente.
Entramos
en un periodo de convulsión. Serán meses de tensión, de caos, de inconformidad
e incluso de violencia. El Nerón criollo, Gustavo Petro, seguirá tocando la
lira en X —antes Twitter— y en sus delirantes peroratas culebreras mientras
intenta que sus huestes incendien el país.
¿Resistirá
el país el hundimiento del gobierno y la amenaza terrorista combinada y al
servicio de Petro? Pronto lo sabremos.
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